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MIMMA DE SALVO
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
© 2008 Midesa s.r.l.
Cuando se dispone de una copiosa información sobre un tema, como es el caso de la vida teatral española del Siglo de Oro, y cuando esta información está almacenada en un soporte informático que permite acceder a los datos con gran facilidad, a veces es posible ver aspectos que sobre dicho tema o sus protagonistas ocultaría el exceso de documentación.
El trabajo que presento a continuación está vinculado a un proyecto de investigación que, dirigido desde 1993 por la Dra. Teresa Ferrer Valls, tiene como objetivo la elaboración de un Diccionario biográfico de actores del teatro clásico español.[1] En este Diccionario se ha ido almacenando la abundante documentación que hoy tenemos publicada sobre el tema, incluyendo a todos aquellos actores y autores cuya actividad profesional se registra desde los comienzos de la actividad profesional hasta comienzos del siglo XVIII.
Al echar una rápida ojeada a las noticias, lo que llama de inmediato la atención es que, de las aproximadamente 6.000 fichas, correspondientes a otros tantos actores y ordenadas por apellidos, 300 contienen apodo.[2] Es decir que del 5% de los actores del Siglo de Oro de los que hoy se conserva documentación, además del nombre de pila y del apellido, también hemos conservado noticia del apodo por el que eran conocidos. Aunque el porcentaje de apodos no sea elevado respecto a la cifra global de actores de los que tenemos noticias, el número de apodos conservados es lo suficientemente significativo para permitirnos llegar a algunas conclusiones sobre el sistema de transmisión de estos “segundos nombres” en el ámbito teatral.
A partir de la documentación reunida en nuestra base de datos se pueden establecer, aunque fragmentariamente, unas primeras conclusiones, que aquí voy a exponer, tratando de ceñirme sobre todo al procedimiento de transmisión en sí mismo. Dejando para futuras investigaciones el proceso de creación de dichos apodos, aun señalando, en la medida de lo posible, los prototipos curiosos de dicha creación, que la mayoría de las veces, y en los casos más evidentes, ya fueron señalados, en su momento, por el autor o autores anónimos de la Genealogía origen y noticias de los comediantes de España, que podríamos considerar la fuente prioritaria en el tema que nos ocupa.
Esta fuente, primer catálogo conocido de actores, que, como es sabido, incluye noticias que abarcan hasta aproximadamente el primer cuarto del siglo XVIII, recoge no sólo noticias relacionadas con la actividad de la Cofradía de la Novena, sino también muchas anécdotas curiosas, entre ellas las relacionadas con la acuñación de apodos, lo que la convierte en fuente primordial para el presente trabajo. Hay que tener en cuenta también su fiabilidad en este punto, dada la cercanía de la redacción al suceso de los acontecimientos, anécdotas o rumores recogidos. Menos fiables resultan otras fuentes secundarias que también vamos a citar en bastantes ocasiones a lo largo del presente artículo, ya que dedicaron atención a la cuestión que nos ocupa, especialmente la Historia del teatro español. Comediantes, escritores, curiosidades escénicas de Narciso Díaz de Escovar y el Tratado histórico sobre el origen y progresos de la comedia y del histrionismo en España de Casiano Pellicer. Hay que advertir que muchas veces sus comentarios respecto a la acuñación de ciertos apodos de actores de la época se basan en suposiciones, aunque no siempre se advierta de ello.
El apodo tiene en el Siglo de Oro un gran poder de evocación. Nacido para identificar a una persona en concreto, subrayando de la misma una característica peculiar, resiste al transcurrir del tiempo, llegando a veces a ser preferido o a sustituir al mismo nombre y sobre todo a ser transmitido, igual que una herencia familiar o profesional, a los descendientes o discípulos de quien por primera vez lo adoptó. Entre los 300 apodos de los que se ha dejado constancia en la documentación de la época es evidente que en la transmisión –y en la creación– de estos sobrenombres rigen algunas normas claras.
Como es bien sabido, entre los miembros de la compañía del Siglo de Oro existían, muchas veces, vínculos ante todo familiares. La empresa actoral adquiría carácter familiar gracias a una legislación que obligaba a las mujeres casadas a trabajar en la misma agrupación en la que trabajaba el marido, y a las solteras menores de edad en aquélla en la que trabajaba el padre. De esta forma, la compañía se convertía en la primera escuela de vida, y de teatro, en la que el padre era al mismo tiempo autor o actor, y la madre, actriz y compañera de sus hijos.
Sin embargo, en la mayoría de los casos el padre no sólo transmitía a los hijos la técnica teatral, sino también el apellido y, muchas veces, el apodo. Por el contrario, si el apellido de los hijos, sobre todo los varones, ya estaba de alguna forma fijado, pues por norma general se adoptaba el apellido paterno, no se podía decir lo mismo del apodo. Todos los hijos sigan o no la profesión actoral adquieren el apellido paterno, aunque sólo algunos que continúan en la misma profesión del padre adoptan su apodo. Es, por ejemplo, el caso de Pedro Antonio de Castro y Salazar, apodado Alcaparrilla. Su primogénito, Matías, toma del padre el apodo mientras que el otro hijo, Juan, también actor, no lleva apodo alguno. Su hermana Lucía, actriz, lleva el apodo la Salazar, que es, como veremos por otros casos, una feminización del apellido paterno. También es frecuente que los “hijos de la comedia”, como los definió el autor de la Genealogía, tengan el mismo nombre de pila y apellido paterno (los homónimos), que siguen en la profesión y que son casi siempre los primogénitos. En el caso de homonimia la transmisión va más allá y atañe también al apodo. No es de extrañar el hecho de que haya homónimos y se repitan de generación en generación los mismos nombres de pila y apellidos, o los apodos, puesto que muchos de los actores provenían de familias conocidas de representantes. Como ya señalaron Shergold y Varey, el calificativo “hijo de la comedia” que empleó el autor de la Genealogía para designar a los hijos de padres actores, es indicativo del orgullo profesional que sentía la gente del teatro ya a fines del siglo XVII.
Pero como toda norma, también la que prevé que en caso de homonimia el actor trasmita el apodo a su hijo, tiene sus excepciones. El apodo del padre, de hecho, nunca se transmite al hijo si del primero refleja una característica personal, sea física o referida al carácter (sobre todo si es negativa) ya que aquellos atributos que lo determinan sólo pueden pertenecer a la persona por la que el apodo se generó (como en el caso de Antonio Palomino Mátalo todo, padre de Antonio Palomino Perneras). Mientras que sí se transmite a la hija o a la mujer, simplemente para una identificación inmediata (algo que en los hijos se consigue ya con la simple transmisión del apellido y/o el nombre de pila paterno), y se realiza, en la mayoría de los casos, como veremos, con una feminización del apodo paterno o marital.
Tampoco se transmite el apodo que nace en el ámbito estrictamente teatral y refleja la manera de representar del actor. Pero sí se da el caso de la transmisión del apodo ligado al papel representado, aunque sólo si el hijo homónimo al que se transmite no desarrolla su actividad en los mismos años que el padre. Un ejemplo es el de Pedro Antonio de Castro Alcaparrilla antes citado, que transmite su apodo al hijo Matías (Francisco) de Castro ya que éste, aunque primogénito, no es homónimo. Por el contrario, Matías no transmite su apodo al hijo homónimo y contemporáneo en la profesión quien, de hecho, lleva el apodo el Farruco. Igualmente ocurre con Manuel de Castilla Mudarra, cuyo primogénito se apodará Calancilla.
Es evidente pues, que en la transmisión padre-hijo homónimo, el apodo tiene sobre todo la función de reflejar que hay dos actores homónimos –consanguíneos o no–,[3] y que siendo activos profesionalmente en el mismo período, hay que diferenciar de forma inmediata. Se explica, de esta forma, el hecho de que muchos de ellos lleven al lado de su nombre la coletilla el Viejo, el Pollo, el Mozo, el Chico, el Niño, motes que más que ser verdaderos apodos eran “apelativos diferenciadores”, puesto que servían para diferenciar un actor de su homónimo activo en el mismo período –generalmente familiar–, y de él revelaban también, diferenciándole al mismo tiempo de su homónimo, una característica implícita: la referente a la edad.
De esta forma el “apelativo diferenciador” era indicio también del probable papel desempeñado por el apodado en la compañía (barba, vejete, galán), papeles, como es sabido, relacionados con la edad del actor. Ya el autor de la Genealogía, al explicar el apodo del actor Juan Buyal, el Mozo, supuso, de hecho, que quizá su padre tuviera el mismo nombre y apellido, y que el apodo el Mozo fuera para distinguirlos o, en el caso de Antonio Cintor el Viejo, también supuso que pudo haber otro actor del mismo nombre y apellido pero más joven. Hay muchos ejemplos de actores llamados el Mozo o el Viejo para diferenciarlos de sus homónimos contemporáneos, aunque no siempre se pueda documentar la existencia de ambos en el mismo período. El hecho de que exista un actor con uno de estos apodos, nos induce a pensar, igual que el autor de la Genealogía, que hubo otro actor homónimo activo en el mismo período, motivo por el que se les diferenciaba mediante un apodo de significado opuesto, como puede apreciarse en el Apéndice final.
El hijo homónimo mantiene, en cambio, el mismo apodo del padre si los dos ya no están en activo en el mismo período, y por lo tanto la diferencia de período en el que los dos desarrollan su actividad funciona ya como diferenciadora. Es el caso, entre otros, del cobrador Pedro Vázquez Carpetilla que transmitió al hijo homónimo y actor, también el apodo.
De todo ello, resulta evidente que, aun transcurriendo el tiempo, la función identificadora del apodo transmitido a los hijo/as se sigue cumpliendo, a pesar de la pérdida del sentido metafórico, llegando a convertirse en una etiqueta igual que los apellidos.
Siempre considerando los mismos casos “familiares” en la transmisión, hemos podido comprobar que muchas de estas normas cambian en el caso de la mujer. De hecho, siempre debemos tener en cuenta que la documentación sobre las actrices en 1600 es menos abundante respecto a la de los actores, no sólo por la inevitable pérdida de la misma, sino sobre todo por el menor “poder legal” (identidad jurídica) de la mujer frente al hombre, en el ámbito profesional en particular, y en la sociedad de la época en general. De hecho de los 300 apodos conservados, 172 son de actores y 128 de actrices.
En el Siglo de Oro no existía aún la obligación de adoptar el apellido paterno, aunque, como hemos dicho anteriormente, lo normal era que se heredase el apellido paterno, sobre todo en el caso de los hombres. No era así en el caso de la mujer, cuya filiación era menos importante, de ahí su mayor libertad en la elección del apellido y en la profusión de los apodos identificadores.
En el caso de las actrices hay una doble opción: como “hijas de la comedia” podían adoptar el apodo, y el apellido, paterno o materno, y como esposas de actores adoptar el apodo, y el apellido, del cónyuge. Lo que adoptaban era el apellido o el apodo paterno feminizado. Es el caso de Jerónima de Sandoval la Sandovala, hija de Jerónimo Sandoval; de Ana Falcón la Falcona, hija de Jaime Falcón; María Calderón la Calderona, hija de Luis o Cristóbal Calderón; Mariana de Borja la Borja, hija de Antonio de Borja; o el ejemplo arriba citado de Lucía de Salazar, la Salazar; o el caso de Antonia Francisca de Morales la Guinda, hija de Pablo de Morales el Guindo; Francisca Monroy la Guacamaya, hija de Antonio de Monroy el Guacamayo; María de Villaviciencio la Chamberga hija de Carlos de Villaviciencio el Chambergo; de Juana, María, Manuela y Francisca Blanco, todas apodadas la Ronquilla y todas hijas de Juan Blanco el Ronquillo.[4] O podían llevar el apellido o el apodo marital feminizado: Magdalena López la Camacha era la esposa de Pedro Camacho; Mariana de Velasco la Candada, la de Luis Candado; Rosa Tello la Gamarra, de Antonio Gamarra; Ángela Barba la Conejera de Juan Conejero; Francisca Fernández la Bohorques estaba casada con Francisco Boorques; Mariana de los Reyes la Carbonera, con Jerónimo Carbonero; Ana María de Peralta la Bezona[5], con Juan Bezón; María Román la Roma, con Tomás Enríquez el Romo; María de la Cruz la Alquilona, con Jusepe el Alquilón y Jusepa de Salazar la Polla, con Estéban Núñez el Pollo.
Diferente es el caso de la Baltasara, que algunos identifican con Francisca Baltasara, y otros con Baltasara de los Reyes o con Ana Martínez, mujer de Miguel Ruiz. Según Henri Mérimée, se trataría de la misma persona: Baltasara de los Reyes sería el nombre profesional de la actriz, y Ana Martínez su verdadero nombre. El estudioso suponía que había recibido su bautismo teatral bajo la invocación del rey Mago Baltasar, lo que justificaría su nombre artístico. La Baltasara, por lo tanto, sería la feminización de su nombre artístico.
El apodo de las actrices –si es el paterno– en muchas ocasiones sirve para establecer, en esta elástica fijación del apellido, la afinidad genealógica; por ello resulta habitual que el apodo consista en la feminización del apellido. De hecho, habría que matizar, y afirmar que los apodos de las actrices arriba señalados, más que ser considerados como verdaderos apodos deberían definirse como “apelativos identificadores” puesto que servían para una inmediata identificación de la actriz como hija o mujer de un determinado actor. Esta falta de poder de las actrices en la transmisión resulta evidente también en los escasos ejemplos de transmisión del apellido y del apodo materno a los hijos, y de la mujer al marido.
Un caso de homonimia entre madre e hija es el de Juana Navarro, apodada Juanilla la de Talavera, hija de la actriz Juana Navarro. El apodo en este caso no sólo sirvió para diferenciar a Juanilla de la madre, activa en la misma época, sino también, igual que el apellido, para establecer la afinidad genealógica materna. De hecho, Juana Navarro estuvo casada con el actor Miguel de Orozco, pero Juanilla probablemente fue hija del conde de Peñalba. Sin embargo, Juana Navarro tuvo con su marido un hijo, que adoptó el nombre del padre, Miguel de Orozco, y por ser homónimo de éste y activo profesionalmente en el mismo período, tomó el apodo de el Mozo. En este caso, la afinidad genealógica paterna se estableció mediante la transmisión del apellido al hijo, sirviendo el apodo como diferenciador.
Un caso famoso de transmisión del apodo de la mujer al marido es el de María de Córdoba. Dicha actriz fue apodada, por sus detractores, la Gran Sultana por mantener una relación con el duque de Osuna, motivo por el que su marido, Andrés de la Vega, fue apodado el Gran Turco. Este caso, nos hace pensar que en la base de la transmisión no cuenta sólo el “poder legal” de quien transmitía el apodo, sino también otro poder, que fuera de la escena, consagraba a la memoria a estas mujeres, cuya notoriedad venía recordada también con un sobrenombre. Y esto gracias a algunos poetas, que si a veces manejaban el incensario, más a menudo solían usar el dardo satírico, en honor o vilipendio de las actrices, sobre todo si eran o habían sido amantes de nobles y escritores. Micaela de Luján o Camila Lucinda, Jerónima de Burgos o la Señora Gerarda y Lucía de Salcedo o la Loca son nombres que nos evocan a Lope y sus amores. El Fénix, como es sabido, solía recordar a las mujeres que había amado con diferentes apodos, elogiosos o despectivos, según sus sentimientos. Así, la actriz Micaela de Luján fue recordada con el anagrama de Camila Lucinda o simplemente Lucinda, o Lucinda Serrana apodo que evocaba su origen (ya que había nacido en un pueblo de la Sierra Morena); Jerónima de Burgos fue la señora Gerarda, la amiga del buen nombre, y doña Pandorga, apodo éste que subrayaba no sólo la corpulencia de la actriz, sino también el papel que representó en La dama boba; Lucia de Salcedo fue la Loca de Nápoles, apodo que de la actriz recordaba su conducta licenciosa y su estancia en la ciudad italiana.
Hay que añadir, además, que en el caso de las actrices, no sólo son menores los casos de homonimia, sino también los casos de similitud de apodo entre madre e hija, sean o no homónimas. Un caso registrado es el de Antonia la Patata que transmitió el apodo a sus hijas Luciana y Antonia. Esta última llevaba también un apellido –del Pozo– que permitía diferenciarla de la madre con la que compartía nombre de pila y apodo.
Con todo, podemos concluir que siempre resulta más fácil la transmisión vertical entre padre e hijo/a (homónimo o no) y horizontal entre marido y mujer que la vertical entre madre e hija y la horizontal entre mujer y marido, aunque exista.
Y esto nos lleva a otra consideración: las distintas causas de creación de los apodos. Porque siempre hay un momento y una motivación a partir de las cuales el apodo nace y se adhiere a una persona. Siempre hay un porqué que subyace a su creación: éste es, en la mayoría de los casos, el rasgo sobresaliente del individuo que conduce a seleccionar intuitivamente la figura que mejor lo evoque. Entre nuestros apodos es evidente que casi siempre los atributos resaltados son los negativos, ya que se trata de características físicas muy pronunciadas, defectos o, a veces, comportamientos morales y rasgos del carácter (la de la Berruga, Rabo de Vaca[6], Cuatro Ojos, el Ciego, Pierna Gorda, la Boca Negra, el Ganso, el Asesino, la Tronga[7], el Caballero del Milagro[8]); aunque también hay apodos que reflejan rasgos y comportamientos positivos. Es el caso de Jusepa López apodada la Hermosa o Pepa la Hermosa, por su belleza; de Juan Antonio de Vergara el Temerario; de la Bella Amarilis, o de las hermanas apodadas las Tres Gracias.
Muchos de los apodos que reflejan una característica física o alguna peculiaridad en el comportamiento, se caracterizan por la adición –al apellido, al nombre de pila, o al nombre del rasgo marcado que del individuo se quiere enfatizar– del sufijo aumentativo (ej. Navarrón, Moralón, Jusepón, Franciscón, Isabelona[9], el Meón, el Dentón[10], la Grifona[11]) o por la forma diminutiva: la Mentirilla, Juanilla, Guzmanillo, la Mulatilla, el Manquillo, que del apodado refleja la joven edad en su iniciación al arte histriónico, o la pequeñez de su cuerpo (como en el caso de la Palomina, la Pajarita, Leoncillo, etc.).
Los apodos Lamparilla, Asaderilla, Tomillo, Pestecilla, Calancilla, Plumilla, Quinolilla, Carabinillas, Burguillos, probablemente están relacionados con la interpretación de algún personaje, seguramente el del gracioso de los entremeses. De hecho, Shergold y Varey al recoger una noticia del actor Ródenas, explican que este actor tenía por otro nombre “el de Lanparilla, grazioso”. Sugieren la interpretación de papeles, entre otros, los apodos: la Pastora, la Soberana, El Padre Eterno; y de personajes: Agramante, Mahoma, Frasquito, Chico Baturri.
Muchos apodos designan rasgos físicos y origen racial, como en el caso de la Mulata, de la Negrilla y de la Mulatilla[12], aunque hay que advertir también que algunos apodos que aparentemente podrían estar relacionados con un rasgo racial, en realidad se forjan a partir de algún papel que hizo famoso al actor/actriz que lo representó. Éste es el caso, por ejemplo, de Mahoma, la Turca, el Indiano y el Bárbaro. Otros, simplemente designan el lugar de nacimiento del apodado (el Toledano, el Valenciano[13], la Napolitana[14], el Calabrés, el Mallorquín), o su estancia alargada en un determinado lugar (el Guacamayo, la Portuguesa[15], la Napolitana).
Anteriormente nos hemos referido al papel representado por un actor/actriz como motivo de la creación de apodos. En el Siglo de Oro, como hemos venido demostrando, el apodo podía llegar a ser nombre propio con función identificadora, de ahí que al actor se le diera el apodo del personaje/papel en cuya interpretación había destacado.
Para comprobar esta “norma” en la atribución del apodo, bastaría con recordar los muchos seudónimos (nombre y apellidos artísticos) que con el tiempo llegaron a sustituir al nombre de pila y al apellido verdadero del actor. Es el caso, entre otros, de Cosme Pérez alias Juan Rana, o, en Italia, de Alberto Naselli alias Juan Ganassa, y de Abagaro Fiescobaldi conocido con el nombre de Stefanello Bottarga. La fuerza de estos “apodos compuestos” o “nombres de arte” fue tan grande que los actores que se distinguieron en el tiempo en la interpretación del mismo personaje adoptaron, bien como discípulos o bien para distinguirse de ellos, el apodo del actor creador de la máscara. Es el caso de Domingo Canejil, apodado Ranilla “porque dezía que ni Juan Rana auía llegado a su agilidad”. Sin olvidar el caso de Manuela de Escamilla que desde niña representó en la compañía de su padre Antonio de Escamilla a los Juan Ranillas, o el caso del autor Juan Giorgi que adoptó el apellido del famoso Ganassa probablemente con fines lucrativos.
Muchos fueron, por tanto, los actores cuyo apodo provenía de sus buenas actuaciones en determinados papeles: Pedro Antonio de Castro, por ejemplo, fue apodado Alcaparrilla, por un entremés en que actuó; Pedro Manuel de Castilla fue apodado Mudarra por haber representado con gran éxito la comedia El rayo de Andalucía de Cubillo de Aragón en la que hizo el papel principal; Maria Jacinta la Bolichera por el papel de la tercera dama, llamada la Bolichera, que hizo en la comedia El garrote más bien dado; Francisco Fuentes era apodado Monguía por su actuación como vejete en la comedia Santo y sastre de Tirso de Molina y Ángela Rogel era conocida como la Dido porque representó el papel de la reina de Cartago en la comedia Dido y Eneas de Guillén de Castro.[16]
Muchos fueron también los apodos que reflejaban la manera de representar (positiva o negativa) de un actor o actriz. Así cada agrupación tenía su Brillante, su Divino, su Bueno y su Malo. Alonso de Morales era apodado el Divino “por su representación y su ingenio”, según afirmaba Andrés de Claramonte en su Letanía Moral. Así pues, dicha explicación se podría aplicar a todos los actores que en el listado llevan este mismo apodo. Sin embargo, según Pellicer, Antonia Granados, la Divina Antondra, era apodada así “por sus prendas teatrales y por su hermosura”. Creemos, en cambio, que el apodo de la actriz estaba más relacionado con su manera de representar. Esto sugiere el término Divina, mientras que Antondra sería una distorsión del nombre de pila.
Algunos apodos reflejaban ciertas habilidades o actitudes a la hora de representar: de tal modo Andrés Correa fue apodado San Ginés por haber afirmado una vez que decía las coplas tan bien como San Ginés; Baltasar de Osorio era apodado el Rey de los graciosos, probablemente por destacar en este papel; o Francisco Pacheco Carazas por “la diversidad de figuras en que transmudaba el rostro”. Las hermanas Feliciana, Ana y Micaela de Andrade, eran apodadas las Tres Gracias por “las muchas [gracias] que tenían en el cantar y en el representar”.[17] Tampoco hay que olvidar el caso de Isabel Hernández la Velera, apodada así probablemente porque, según Díaz de Escovar, temblaba siempre antes de salir al escenario.
Pérez Germán fue apodado el Bueno “quizás porque habría en su tiempo otro de ygual nombre y apellido que no sería tan bueno representante”. Asimismo, María de Quiñones era apodada la Mala para distinguirla de la famosa María de Quiñones la Condesica, que al parecer era muy buena actriz. Por otro lado, podríamos pensar que Luis de Vergara recibió el apodo de el Bueno para ser diferenciado de otro homónimo contemporáneo no tan bueno en el arte del recitado (algo de lo que no duda Díaz de Escovar) y no, como pensó Mérimée, para que se le diferenciara de Juan Antonio de Vergara el Temerario[18]. Lo mismo debió ocurrir en el caso de Sancho (o Sánchez) el Bueno y de Manuel Alonso de Castro el Malo. Pellicer señala que Angulo era apodado el Malo para distinguirlo de otro Angulo no autor sino actor. Probablemente este autor era apodado el Malo no sólo para singularizarlo respecto a su homónimo –el actor Angulo–, sino también porque, en relación a éste, no era tan bueno en el arte del recitado. De hecho, el Angulo del que se le distingue es, según creemos, Juan Bautista de Angulo, es decir aquel mismo Angulo que era “el más gracioso que entonces tuvieron y ahora tienen las comedias”, según afirmó Cervantes en su Coloquio de los perros.
Y esto confirma, una vez más, que había en la época actores homónimos que no siendo consanguíneos, pero sí contemporáneos, sólo podían ser diferenciados por el apodo que llevaban. Muchos eran los actores homónimos activos en la época, diferenciados por el apodo. Es el caso, por ejemplo, sólo para citar uno, de Josefa de Salazar Pingorrongo, diferenciada de su homónima mediante el apodo. Diez años más tarde se registra la presencia en la escena de Josefa de Salazar, hija de Jerónimo de Salazar apodada la Polla, quien llevó el apodo feminizado del apodo marital, y no el paterno (la Salazar), ya que éste ya había sido adoptado por otra actriz contemporánea, Lucía de Salazar, hija de Pedro Antonio de Castro y Salazar. Este caso evidencia que había normas de selección en la elección y fijación del apodo, tal vez dependientes de la presencia de otros apodos idénticos en la misma época.
O había actores que sin ser homónimos, ni emparentados, llevaban el mismo apodo, como en el caso de Francisco de Castro y Antonio de Castro ambos apodados el Farruco.[19] Este patrón, que es el más frecuente, se explica, sin embargo, por una consideración obvia: había causas comunes en la creación del apodo. Común podía ser el origen, o la procedencia, la estancia en un lugar o alguna característica física o actitud (es el caso de Pateta[20], el Romo[21], el Rubio, el Piojo Blanco, el Meón, etc.), la edad (el Mozo, el Pollo, el Viejo) o la manera de representar (el Divino, el Bueno, el Malo) generadora del apodo de estos actores que, sin embargo, no eran consanguíneos.
Pero el actor podía llevar también un apodo que reflejara la función ejercida en la compañía. De esta forma, se generaban apodos como la Bailarina, la Música, la Cornetilla, la Clarinera o el Poeta[22]; o otros que reflejaban una función que, siempre en el ámbito teatral, se desarrollaba más allá del escenario: la Aguardentera, Carpetilla, o el Talego (estos dos últimos apodos probablemente relacionados con la función de cobrador y/o guardarropa ejercida por los citados actores).[23]
Como bien es sabido, los actores del Siglo de Oro antes de ser reconocidos o llegar a ser profesionales de las tablas ejercieron, muchas veces, otros trabajos y muchos de ellos, una vez alcanzada la profesionalidad en la escena, siguieron llevando el apodo que revelaba su anterior ocupación. Es el caso de Francisco Gutiérrez el Labrador[24]; Marcos Garcés el Capiscol[25], apodado así probablemente por haber sido sacristán de una parroquia, Juan de Flores el Borriquero por haber invertido su dinero en la compra de borricos; Tomás Ortiz el Cellister por ser su oficio el de hacer cestas; Francisco Sánchez el Teatino, debido a que había sido jesuita; Miguel de Salas el Lapidario, por haber sido lapidario antes de dedicarse al teatro; Francisco Rubio el Secretario de la Tablada, por haber estudiado las artes con el maestro Tablada, o Juan Antonio el Estudiante “a quien su cienza le havía ya adquirido sobrenonbre del Estudiante, común estilo del exercicio, pues por semejantes aczidentes hoimos llamar a una Guantes Blancas, a otro el Pupilo, a otra la Guinda”.[26]
Otros apodos reflejaban la ocupación ejercida por algún familiar, como el de Mariana Engracia apodada la Valonera, porque su madre confeccionaba valonas en Madrid, o el de Mariana de León, que era apodada la Mallorquina probablemente porque su padre vendía aguas y mistelas en la Casa de Comedias de Mallorca.
Tampoco eran infrecuentes los casos de actores que, una vez retirados de las tablas, se dedicaban a otra profesión, reflejada una vez más, con un apodo, como en el caso de Sebastián de Herrera Pellejo de Duende, quizá porque “ha sido representante y ahora es tejedor de cintas”. Muchos sobrenombres se referían también al estado civil del actor o de la actriz: la Viuda, la Casada, la Soltera.
Hay casos también de actores de los que se ha conservado y transmitido sólo el apodo, y de los que, al faltar cualquier dato sobre su apellido y su nombre de pila, ha sido imposible identificar (ej. la Vasca, Pocarropa, el Toledano, Zancado). Este caso, como ocurriera con otros actores, cuyos datos conservados remiten sólo al apodo y al nombre de pila, sin dejar constancia del apellido (ej. Ana María la Gata, María la Peregrina, Jacinto el Cojo, Francisco el Gallego), son reveladores de la importancia del poder identificador del apodo sobre el apellido o sobre el propio nombre de pila del actor.[27] Y reveladores, al mismo tiempo, de otro problema: las lagunas en la documentación conservada.
Si bien es verdad que la documentación sobre los actores del siglo XVII es abundante, no es menos cierto que hay lagunas, a veces de años, en la vida de muchos de ellos, lo que dificulta claramente la reconstrucción de su biografía personal y profesional. Por esto y por la falta de documentación, el apodo juega un papel importante, que por sí sólo no puede verificar relaciones de parentesco, pero sí puede ser indicio de esta relación, puede sugerirla allí donde sólo la presencia de la documentación podría respaldarla y recuperarla. Así dos actores con el mismo apodo, pero no aparentemente consanguíneos, podrían serlo, como en el caso de: María la Peregrina y Paula Polinarda la Peregrina, los dos actores apodados el Podrido, Juana Laso Zoquitroquis y Manuel de Espinosa Zoquitroqui, o en el caso de Gregorio de Rojas y Francisco de Rojas, ambos apodados el Rapado[28].
También constatamos que dos actores con el mismo nombre de pila o con el mismo apodo pueden ser, en realidad, la misma persona. Es el caso de Bernardo Lamparilla que podría ser el mismo [Bernardo] “Ródenas Lanparilla”, o de María la Portuguesa que podría se Catalina (María) la Portuguesa, o de la actriz apodada la Comadre probablemente aquella misma actriz apodada la Comadre de Logroño, o de la actriz la Romera que, como ya apuntó el autor de la Genealogía, podría ser la actriz Paula Romera.
Si las lagunas en la documentación dificultan la reconstrucción del árbol genealógico de un actor, muchas veces tampoco permiten conocer la motivación que está latente en la base de un apodo, sobre todo cuando ésta se relaciona con una anécdota que desconocemos por no haber sido recogida en los documentos. Por esto los apodos no siempre son “transparentes”. La falta de documentación es, de hecho, uno de los motivos más importantes que impide conocer con exactitud cuál es la causa generadora de un apodo y cuál es el sentido figurado del mismo (es relevante el caso de Francisca de Bustamante a la que apodaban la Corales[29], o el de apodos como Papachina, Punto y Medio, Cuernos de Oro, la Zonga, Zapizurri, el del Escopetazo, Cagaleche, Lúa, la Udrina, etc.).
Sin olvidar que, en la trascripción de los documentos y en la atribución de las noticias, ha habido casos de “falsos apodos”, como aquellos en los que se han atribuido a algunos actores apodos de otros. Gracias a la documentación que de estos actores hoy conservamos, podemos remediar estas “falsas atribuciones” y afirmar, por ejemplo, que la actriz apodada la Roma, para la que se escribió el romance Efectos de amor y celos, de Francisco de Quevedo, no es tan seguro que fuese, como afirmó tajantemente Luis Astrana Marín, Jerónima de Burgos. Consideramos más probable que se trate de María Román la Roma.
Un caso similar podría ser el del actor Mahoma. Hugo Albert Rennert atribuyó dicho apodo a Cristóbal de Salazar. Sin embargo, como apunta el autor de la Genealogía –según creemos más acertadamente– dicho apodo correspondería al autor José de Salazar.
El hispanista norteamericano afirmó también que la actriz Francisca María se apodaba la Niña. Sin embargo, Sánchez Arjona, de quien proviene la noticia a la que se refiere Rennert, no da el apelativo la Niña como apodo.[30] María Román la Roma, citada anteriormente, era apodada, siempre según Rennert, también la Asturiana. Probablemente ésta sea simplemente una conclusión del hispanista que deduce el apodo de una precedente noticia de Sánchez Arjona en la que se hace mención tan sólo a su origen.
Por otro lado, no sabemos si pertenece a la famosa María de Quiñones o a su criada el apodo la Condesica, ya que el contexto en el que se utiliza dicho apodo es ambiguo: “Antonio de Almansa ‘casó con una criada de María de Quiñones, a quien llamauan la Condesica”, aunque había en la época otra actriz apodada la Condesica cuyo nombre era María Águeda. Es más probable que la actriz María de Quiñones, y no su criada, llevase dicho apodo, sobrenombre que la relacionaba con el mundo teatral, ya que otra actriz era apodada de forma idéntica, y probablemente como consecuencia de la representación de algún papel[31]. La estrecha relación de María de Quiñones con el mundo de la farándula venía a reflejarse también por la presencia en el mismo de una homónima contemporánea apodada la Mala, seguramente por ser “mala” en el arte del recitado y no ser tan “buena” como la primera que, según tenemos documentado, destacaba en el mismo arte. Sea como fuere, la coincidencia en el apodo entre dos actrices con diferente apellido (Quiñones y Águeda) y no aparentemente emparentadas induce a pensar, por lo menos –y una vez más– en una idéntica motivación en el origen del apodo.
Apéndice*
Agramante |
Liñán, José |
Aguardentera, la |
Jiménez, María |
Alcaparrilla |
Castro (y Salazar), Matías de |
Alcaparrilla |
Castro (y Salazar), Pedro (Antonio) de |
Alquilón, el |
Jusepe |
Alquilona, la (o la Valenciana) |
Cruz, María de la |
Asadurilla (o Asaderillo) |
García (de Peñalosa), Manuel |
Asesino, el |
López, José (o Juan) |
Bailarina, la |
Santiago, Antonia de |
Baltasara, la |
Francisca Baltasara (o Reyes, Baltasara de) (o Ana Martínez o Ana Ruiz) |
Bárbaro, el |
(López), Raimundo |
Bayo, el (o Fachendas) |
Antonio Leonardo |
Bella Amarilis, la (o Amarilis, o la Gran Sultana) |
Córdoba (o Gómez) (y de la Vega), María de |
Beque |
León, Pablo de |
Bermejo, el |
Andrés |
Bernabela, la |
Bernabela (o Bernavela o Vernabela o Beinavera) (Porcel) (y de Salazar), Juana |
Bezona, la |
Bezón (o Bezona o Rojas) (y Zorrilla), (de) Francisca (María) (Francisca María) |
Bezona, la |
Peralta (y Escobedo) , Ana María (de) |
Boca Negra, la |
¿? |
Bohorques, la |
Fernández, Francisca |
Bolea, la |
¿? |
Bolichera, la |
María Jacinta |
Bollo (o Pollo), el |
Vázquez, Juan (o Joan) |
Borja, la |
Borja, Mariana (de) |
Borriquero, el (o Siete Coletos) |
Flores, Juan de |
Brillante, el |
(Martínez), Manuel Francisco |
Bueno, el |
Pérez, Germán |
Bueno, el |
Vergara (o Belgara), Luis de |
Bueno, el |
(Ribera) Vergara, Juan (de) |
Bueno, el |
Sancho |
Burguillos |
Ruiz, Antonio |
Caballero del Milagro, el |
Rojas (Villandrando), Agustín de |
Cagaleche |
Pernia, Juan Antonio |
Calabrés, el |
(Ordoñez o Calabrés), Felipe |
Calancilla |
(Castilla), Agustín Manuel (de) |
Calderona, la |
Calderón, María |
Camacha, la |
López, Magdalena |
Camila Lucinda (o Lucinda o Lucinda Serrana) |
Luján, Micaela (de) |
Candada, la |
Velasco, Mariana de |
Capiscol, el |
Garcés, Marcos |
Capón, el |
Blanco, Francisco |
Carabinillas |
Medina, Alfonso de |
Carapao |
Castro, Sebastián de |
Carazas |
Pacheco (o Carrasco), Francisco |
Carbonera, la |
Reyes, Mariana (o María Ana o Ana) de los |
Carpetilla |
Vázquez, Pedro |
Carpetilla |
Vázquez, Pedro |
Cartón |
Flores, Isabel de |
Catalana, la |
Liñán, Teresa |
Catedrático, el |
(Ayarzu), Francisco Antonio (de) |
Cegato, el |
Fernández, Juan |
Cestiller, el |
Ortiz, Tomás |
Ciega, la |
Jiménez, María |
Clarinera, la (o la Zonga) |
Borja, Francisca (de) |
Cochera, la |
Coca, Teresa |
Cojo, el |
Jacinto |
Colorado, el |
Jerónimo |
Comadre de Logroño, la |
Miranda, Juana de |
Comadre, la |
¿? |
Condesica, la |
Águeda, María |
Condesica, la |
Quiñones (Núñez Vela), María de |
Conejera, la |
Barba, Ángela |
Copete |
Ruiz, Juan |
Corales, la |
Bustamante, Francisca (de) |
Corito, el (o el Misionero) |
Alejandro Bautista |
Cornetilla, la |
Salas, Juana de |
Coronela, la |
Coronel, Ana |
Cosita, la |
¿? |
Coviello |
Buonomo, Ambrosio |
Cuántas Tomas |
Sandoval (o Cardamo y Salcedo), Jerónimo de |
Cuatro Ojos |
Ayala, Juan Antonio (de) |
Cuernos de Oro |
León, Francisco |
Curzio (o Curcio o Curtio) (Romano) |
Botanelli, Vincenzo |
Chamberga, la |
Villavicencio (o Villavizezio), María de |
Chambergo, el |
Villavicencio, Carlos de |
Chico Baturri |
Fernández, Jerónimo |
Chico, el |
(Frenández o Fernández Corremor), Juan (Bautista) |
Chicharra, la |
Ripoll (o Ripol), Esperanza (María) |
Chinchilla |
Sobremonte, José |
Chopete |
(Cano de Mendieta), Juan Manuel |
Choto, el |
Chavarris (o Chavarría ), Jerónimo (de) |
Dentón, el |
Rico, Jacinto |
Dentona, la |
Isabel |
Dido, la |
Rogel (o Dido o Rojer o Rajeras o Zogel o Rodríguez), Ángela (o Angeles) |
Divina Antandra (o Antondra), la |
Granados, Antonia |
Divino, el |
Morales, Felipe (de) |
Divino, el |
Morales, Alonso de |
El del Escopetazo |
(Morales), Maximiliano (Eustaquio) de |
Escribana, la |
Ruiz, Hilaria |
Estudiante, el |
Juan Antonio (o Portocarrero, Pedro) |
Falcona, la |
Falcón, Ana |
Farruco, el |
Castro, Francisco de |
Farruco, el |
Castro (o Zúñiga), Antonio de |
Francesca |
Nobile (o Nobili), Cesare di (o dei o de) |
Francesquina, la |
Roncagli, Silvia |
Franciscón |
Castillo, Francisco (Antonio) del, (o Salvador, o Querol) |
Frasquito |
¿? |
Galán Virote, el |
Ramírez, Manuel |
Gallega, la |
Teresa María |
Gallega, la |
Rodríguez, Rosa |
Gallego, el |
Andrada, Antonio (de) |
Gallego, el |
Castro, Lorenzo de |
Gallego, el |
Francisco |
Gallego, el |
Rodríguez, Antonio |
Gallipavo |
León, Pablo de |
Gamarra, la |
Tello (o Gamarra), Rosa |
Ganassa o Ganasa (Juan o Alberto o Juan Alberto) |
Naselli (o Naseli), Alberto |
Ganso, el |
Prado, Sebastian de |
Gargolla |
Torres, Melchor de |
Garnica |
Robles, Antonio de |
Gata, la |
Ana María |
Godolleta (o Goelleta) |
Castro, José Antonio de |
Góngora, la |
Góngora, Isabel de |
Gran Turco, el |
Vega (o del Campo), Andrés de (la) |
Granadina, la |
Torres, Isabel de |
Granadino, el |
Salazar, Pedro de |
Granadino, el (o el Meón) |
González (Granadino), Juan |
Graziano |
Zito, Bartolomeo |
Grifona, la |
(Velázquez), Bernarda Manuela |
Guacamaya, la |
Monroy, Francisca (Antonia) (de) |
Guacamayo, el |
Monroy, (Juan) Antonio de |
Guantes de ámbar |
María Francisca |
Guinda, la |
Morales, Ignacia Antonia de |
Guindo, el |
Morales, Pablo de |
Guzmanillo |
Guzmán, Juan de |
Harapos |
Cifuentes, Teresa de |
Hermana Antonia, la |
Antonia |
Hermosa, la (o Pepa la hermosa) |
López, Jusepa (o Josefa) |
Hijo de la Tierra, el |
Ortega, Juan de |
Hijo de Vecino, el |
Rodríguez, Jerónimo |
Horca (u Orca) Sopas |
Vergara, Juan Antonio |
Hortensia (u Ortensia) |
Flaminia, Barbara |
Indiano, el |
Salazar, Pedro Féliz (o Félix), de |
Isabelina, la |
Isabel María |
Isabelona, la (o la Isabelina) |
(Mendoza), Isabel (o Isabel María) (de) |
Isabella |
Portalupo (o Portalupi), Giaccomo (o Jacome) |
Jorra, la |
Medina, María Teresa |
Juan Rana |
Pérez, Cosme |
Juanilla la de Talavera |
Navarro, Juana |
Jusepón |
Méndez (de Quiroga), José |
La de la Berruga |
(Bustamante), María de la O |
Labrador, el |
Díaz (de la Cuesta) (o Díez), Tomás |
Labrador, el |
Gutiérrez, Francisco |
Lamparilla |
Ródenas |
Lamparilla (o el Tuerto) |
Bernardo |
Lanza de Coche |
Fuentes, Isabel de |
Lapidario, el |
Salas, Miguel (Domingo) de |
Loca de Nápoles, la |
Salcedo, Lucía de |
Lúa |
Ortiz, Ángela |
Mahoma |
Salazar, Cristóbal de |
Mahoma |
Salazar, José (o Jusepe o Joseph) (de) |
Mala, la |
Quiñones, María de |
Malo, el |
Angulo |
Malo, el |
Castro, Manuel Alonso de |
Mallorquín, el |
Vallespir (o Espir), Esteban (de) |
Mallorquina, la |
León, Mariana de |
Manquillo, el |
Jiménez, Luis |
Maricandado |
Candado (o Candao, Candau), María (de) |
Mariflores |
Flores (y Marrón), María (o Mari, o María Clara) (de) |
Marimorena (o la Asturiana o la Roma) |
Román, María |
Mátalo Todo |
(Palomino), Francisco (Antonio) |
Mátalo Todo |
Ayuso, José de |
Mellada, la (o la Viuda o la Catuja) |
Sánchez, Catalina (o Catalina Francisca) |
Mentirilla, la (o la Mentirella o la Montinilla) |
Bustamante, Manuela (de), |
Meón, el |
Núñez, Juan |
Modorra, la |
Modorro (o Vázquez), Teodora |
Monguía |
Fuentes (o la Fuente), Francisco (de) |
Moralón |
Morales, Jerónimo |
Mozo, el |
Acacio, Juan |
Mozo, el |
Avendaño, Cristóbal de |
Mozo, el |
Bermúdez (de Castro), Miguel |
Mozo, el |
Buyal, Juan |
Mozo, el |
Bernardo (o Bernal y Acacio), Juan (o Francisco) |
Mozo, el |
Olmedo (Tufiño), Alonso (Pedro) de |
Mozo, el |
Orozco, Miguel (de) |
Mozo, el |
Pino, Luis del |
Mozo, el |
Romero, Bartolomé |
Mozo, el |
Vallejo, Manuel (de) |
Mozo, el |
Navarro, Juan |
Mozo, el |
Bajo, José |
Mudarra |
Castilla, Pedro Manuel de |
Mulata, la |
Estefanía |
Mulatilla, la |
(Fernández), Josefa María |
Música, la |
Luisa |
Naipera, la |
Sánchez de Estrellas (o Estrella), Josefa Catalina |
Napolitana, la |
Barrios (o Barros), Ana de |
Napolitana, la |
Narváez, Francisca |
Napolitana, la |
Ramírez, Bernarda |
Navarrón |
Navarro, José |
Negrilla, la |
¿? |
Nerbo, el |
Toro, José de |
Niña, la |
Francisca María |
Padre Eterno, el |
Salinas, Francisco (de) |
Pajarita, la |
(de Estrada), Antonia Manuela |
Palomina, la |
Vallejo, Francisca |
Palomo, el |
Pino (o Espino), Luis del (de) |
Papachina, la |
Salamanca, Ángela (de) |
Papera |
Talavera (o García, o Mendoza), Alonso de |
Pastora, la |
Robles, María de |
Patata, la |
Antonia |
Patata, la |
Pozo (o Pazo), Antonia del (o de) |
Patata, la |
Luciana |
Pateta |
Aragón, Francisco de |
Pateta |
Lana, Carlos |
Pellejo de duende |
Herrera, Sebastián (de) |
Peregrina, la |
María |
Peregrina, la |
Polinarda, Paula |
Perendenga, la |
Alvarez (de Toledo), María (de) |
Perneras |
Palomino, Antonio |
Pestecilla |
García, Domingo |
Pierna Gorda |
Urquiza, Juan de |
Pingorrongo |
Salazar, Josefa de |
Piojo Blanco |
Pérez, Juan Francisco |
Piojo Blanco |
García, Francisco |
Pipirizaila, la |
Coronel, Ana |
Plumilla |
Caballero, Cristóbal |
Pobreza |
Mesa, Fernando de (o Martínez, Antonio) |
Pocarropa |
¿? |
Podrido, el |
García, José |
Podrido, el |
Hinojosa, Francisco de |
Poeta, el |
Juan Manuel |
Polla, la |
Salazar, Jusepa (o Josefa) de |
Pollo, el |
Núñez, Esteban |
Pomblina, la |
Trogue, Ángela de |
Portugués, el |
Manuel Jacinto (o Chaves, Pedro de o Chaves, Jacinto de) |
Portuguesa, la |
Catalina María |
Portuguesa, la |
Inestrosa (o Hinestrosa), Ángela (Francisca) (de) |
Portuguesa, la |
Inestrosa (o Hinestrosa), Beatriz (Inés) de |
Portuguesa, la |
Margarita |
Portuguesa, la |
Jibaja (o Gibaja o Quirante), Petronila |
Portuguesa, la |
(Chaves), Catalina (María) (de) |
Portuguesa, la |
María |
Pulcinella (Pollicinella) |
Calcese, Andrea |
Punto y medio |
Enríquez, María |
Pupilo, el |
García (López), Francisco |
Purico |
Ruiz, Manuel |
Quinolilla |
Almansa, Antonio |
Rabo de Vaca |
Bernarda Manuela (o Manuela Bernarda) |
Ranilla |
Canejil (o Cano, Cano Gil), Domingo |
Rapado, el |
Bezón, Juan (o Rojas, Gregorio de) |
Rapado, el |
Rojas, Francisco de |
Rey de los graciosos |
Osorio, Baltasar (de) |
Ricciolina |
Sansone, Margherita |
Riolo, el |
Vélez (de Guevara), Antonio |
Roja, la |
López, Francisca |
Roma, la |
Ursula |
Roma, la (o Gerarda, o doña Pandorga, o la amiga del buen nombre) |
Burgos (o Vargas o Rodríguez), Jerónima de |
Romera, la |
¿? |
Romo, el |
Enríquez, Tomás |
Romo, el |
Juan Antonio |
Ronquilla, la |
Blanco, Francisca |
Ronquilla, la |
Blanco, Juana |
Ronquilla, la |
Blanco, Manuela |
Ronquilla, la |
Blanco, María |
Ronquillo, el |
Blanco, Juan (o Francisco) |
Rubia, la |
Caballero, Manuela |
Rubio, el |
Fernández, Juan |
Rubio, el |
Rubio, Pedro |
Salazar, la |
Castro (y Salazar), Lucía (o Luciana o Susana) de |
Saludador, el |
Vázquez, José |
San Ginés |
Correa, Andrés |
Sandovala, la |
Sandoval, Jerónima (de) |
Secretario de Tablada, el |
Rubio, Francisco |
Sevillano' el |
Sevillano, Juan |
Sevillano' el |
García (Sevillano), Francisco |
Sevillano' el |
Rodríguez , Francisco |
Sevillano, el |
(García) (Sevillano), Manuel |
Siete Cabezas |
José |
Siete Partes |
López (Montero), Juan |
Siete Virguillos |
¿? |
Soberana, la |
Garro, Antonia |
Sopla la Venza |
González, Ana |
Stefanello Bottarga |
Fiescobaldi (o Valdés ), Abagaro (o Francesco) |
Tabaquera, la |
Ondarro, Juana (María) (de) |
Talego |
Benavide (o Benavides) Navarrete, Pedro de |
Teatino, el (o el Tiatino) |
Sánchez (o Sanchis y Correa), Francisco |
Temerario, el |
Vergara, Antonio de |
Tercero, el |
López, Juan |
Tinienta, la (o la Tenienta o la Toledana o Una de las Tres Gracias) |
Andrade (o Andrada y Neira), Feliciana de |
Tinienta, la (o la Tenienta o la Toledana o Una de las Tres Gracias) |
Andrade Micaela de |
Tinienta, la (o la Tenienta o la Toledana o Una de las Tres Gracias) |
Andrade, Ana de |
Titarro, el |
Maldonado, Luis |
Titiritera, la |
Felipa María |
Tocanovias |
García, Jerónimo |
Toledano, el |
Domingo Antonio |
Toledano, el |
Rodríguez, Alonso |
Toledano, el |
¿? |
Tomillo |
Ruano, Isidoro (o Isidro) |
Trabajos |
Morales, Diego de |
Trastullo |
(Pasquarello) Giovan (o Giovannni ) Pietro |
Triquitraque |
Sierra, Bernardino de |
Tronga, la |
Bañuelos, Leonor (de) |
Tuerto, el |
Mateo (o San Mateo, Simón de), Sebastián |
Tuerto, el |
(Santa Cruz) Caballero, Diego (Antonio) (de) |
Tuerto, el |
Alonso |
Turca, la |
Serrato, Antonia |
Udrina, la |
Ramírez (de Arellano), Jerónima |
Valenciana, la |
Castañeda, Ana (de) |
Valenciano, el |
Senent, Manuel |
Valenciano, el |
Valenciano, Juan Bautista |
Valenciano, el |
Martínez, José |
Valonera, la |
Engracia, Mariana (o María) |
Vasca, la |
¿? |
Velera, la |
Hernández (o Fernández), Isabel |
Viejo, el |
Cintor (o Zintor), Antonio |
Viejo, el |
Granado (o Granados), Luis (de) |
Viejo, el |
Granados (o Granado), Diego |
Virgen de Palo, la |
Ramírez, Francisca |
Zancado |
¿? |
Zapizurri |
González, Juan |
Zoquitroqui |
Espinosa, Manuel de |
Zoquitroquis, la |
Laso, Juana (Antonia) |
Bibliografía completa
ASTRANA MARÍN, Luis, (ed.), Obras completas de Don Francisco de Quevedo Villegas, Madrid, M. Aguilar, 1936.
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DICCIONARIO DE AUTORIDADES (1726-1739). Ed. facsímil, Madrid, Gredos, 1964, 3 vols.
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SUBIRÁ, José, El gremio de representantes madrileños y la Cofradía de Nuestra Señora de la Novena, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1960.
* Este artículo fue publicado en 2002 en la revista Scriptura. Estudios sobre el Teatro del Siglo de Oro, 17. La versión en línea que aquí presentamos ha sido revisada (© 2008 Midesa s.r.l.).
[1] Este proyecto, en el que vengo colaborando desde 1998, está financiado por la DGICYT (ref. PB94-1005).
[2] Ofreceremos el listado completo en el Apéndice final de este trabajo, así como la bibliografía completa que ha orientado teórica y documentalmente este último.
[3] Es el caso de las actrices llamadas Ana Coronel, la una apodada la Coronela y la otra Pipirizaila. De esta última actriz sólo tenemos un dato que corresponde al año 1635, hecho que nos induce a pensar también que podría tratarse de la misma persona. Sin embargo, este caso es de señalar puesto que en la misma época ejercía brillantemente su función también otra actriz con el mismo apellido, aunque con nombre diferente, Bárbara, sobrina del afamado Cosme Pérez, e hija de Agustín Coronel y María Coronel, cuyo apellido nunca se feminizó en el apodo la Coronela, probablemente por haber sido adoptado ya por otra actriz como identificador.
[4] Todas las actrices presentes en el listado que llevan un apodo feminizado de un apellido, y que aquí no han sido señaladas como ejemplo de feminización del apellido marital, es probable que se encontrasen en el mismo caso, puesto que al conocerse los apellidos de los respectivos cónyuges y al no tratarse de éstos, la única y clara deducción es que el apellido y por lo tanto el apodo feminizado de la actriz, derivara del paterno. Así, por ejemplo, el apodo de Catalina Sánchez (la Mellada) podría ser una feminización del apellido paterno. Tal vez su padre fuera aquel Andrés Mellado que tenemos documentado en el Diccionario biográfico de actores.
[5] Hay otra actriz apodada la Bezona, Francisca Bezón, hija de la actriz la Bezona arriba citada e hija adoptiva de Gregorio de Rojas alias Juan Bezón.
[6] Emilio Cotarelo y Mori supuso que Bernarda Manuela era apodada así probablemente porque era muy rubia.
[7] Según el Diccionario de Autoridades “Voz de la Germanía, que significa manceba, ò dama del gusto”.
[8] Según Pellicer, Agustín de Rojas (Villandrando) era apodado así debido a que gastaba en exceso sin que se le conocieran rentas. Este juicio concuerda con la noticia que el propio Rojas ofrece de sí mismo en El Viaje entretenido identificándose como uno de los primeros autores que empezó a hacer las comedias “costosas de trajes y galas” junto a otros.
[9] Isabel de Mendoza la Isabelona aparece en una ocasión nombrada en la Genealogía como Isabel María, la Isabelina, aunque es evidente que se trata de un error. Por esta misma fuente sabemos que La Isabelona fue dama cortesana en Nápoles, y se inició en el teatro con José Verdugo de la Cuesta, que engañó al Marqués de los Vélez “diziendo que era una gran muger, pero despues se uio que solo lo era en el talle”.
[10] Aunque en la documentación no conste, Isabel la Dentona podría ser la mujer de Jacinto Rico el Dentón. En este caso el apodo de la Dentona sería un caso más de feminización del apodo marital y, al mismo tiempo, un claro ejemplo de la creación de formas de género femenino no existentes en español, cuya finalidad, tratándose de la transmisión de un apodo negativo, y como hemos explicado anteriormente, era la de establecer una relación de parentesco inmediata entre los dos apodados.
[11] Cotarelo supone que dicho apodo le caería a Bernarda Manuela (Vélazquez) “por tener el pelo crespo o grifo”.
[12] Probablemente ligado a una característica física, a su vez ligada a su etnia o a su precedente ocupación de criada es el apodo Guantes de ámbar de la actriz María Francisca que, de hecho, era hija de un mulato al servicio del duque de Nájera y de una lavandera.
[13] Hay numerosos actores apodados el Valenciano que se apodaban así por haber nacido en la Comunidad Valenciana. Ana Castañeda la Valenciana había nacido en Valencia, Juan Jerónimo Valenciano –y seguramente también su hermano Juan Bautista– en Morella, José Martínez en Alicante.
[14] Es el caso de Ana de Barrios, actriz napolitana apodada así por el actor Jacinto de Barrios, de quien tomó el apellido.
[15] Entre las numerosas actrices o actores que con certeza sabemos que residieron una temporada en Portugal, motivo por el que recibieron el apodo de la Portuguesa o el Portugués, recordamos a Petronila Jibaja, Catalina (María) de Chaves y a Manuel Jacinto. Hay que suponer que los demás actores/actrices que llevan un apodo que designe procedencia de algún país o comunidad, nacieron o residieron durante algún tiempo en aquellos lugares.
[16] El autor de la Genealogía dudaba de esta leyenda sobre el origen de su apodo, que le había facilitado el licenciado Jerónimo de Peñarroja, porque en el testamento de Ángela, que el mismo había podido ver, aparecía como Ángela Dido “y parece que en cosa tan seria no usaría del [apodo] si no fuera el propio [apellido]”.
[17] Las tres hermanas eran apodadas también las Toledanas y las Tenientas por ser toledanas y hermanas del teniente cura de una parroquia de dicha ciudad.
[18] En la misma época se documenta la presencia de otros actores apellidados Vergara: Juan Antonio Vergara Horca Sopas y Juan de Vergara el Bueno quien, según Andrés de Claramente, era “un famoso representante”.
[19] Descartamos que los dos fuesen consanguíneos, ya que Antonio de Castro (me refiero al actor y no al autor de comedias, abuelo de Francisco) aunque natural de Logroño, como todos los descendientes del linaje de los Castro, tenía como verdadero apellido el de Zúñiga. Es cierto que Matías de Castro, padre de Francisco, tuvo un hijo llamado Pedro Antonio de Castro, algo que podría inducir a pensar que se trata de este Antonio de Castro el Farruco, pero sabemos que el hijo de Matías murió siendo niño. Así que no puede ser el hermano de Francisco. Si el apellido no deja abierta la posibilidad para establecer ninguna relación entre los dos, habría que pensar que la similitud del apodo más que por una relación familiar es debida a otra causa. Shergold y Varey anotan sobre el apodo el Farruco que según el Diccionario de Autoridades, la voz Farruco “aplícase en muchas provincias a los gallegos o asturianos recién salidos de su tierra”. Cotarelo afirma, en cambio, que Francisco el Farruco: “era apodado así por su gracia en imitar personajes gallegos”.
[20] Francisco de Aragón y Carlos Lana eran ambos apodados Pateta, por tener un defecto físico en las piernas. Por otra deficiencia se apodaron el Tuerto los actores Sebastián Mateo y Bernardo, al igual que los actores de idéntico sobrenombre.
[21] Juan Antonio el Romo y Tomás Enríquez el Romo, no parece que fuesen parientes. El apodo, también en este caso, podría estar relacionado con una misma característica física. De hecho Romo “se aplica al que tiene las narices chatas, o pequeñas o aplanadas”, según el Diccionario de Autoridades. Motivo que explicaría también el apodo de la actriz Ursula la Roma mientras que María Román debía este mismo apodo al hecho de que, como ya he apuntado, estaba casada con Tomás Enríquez el Romo.
[22] Según la Genealogía el actor Juan Manuel se apodaba el Poeta “para diferenciarlo de otros actores del mismo nombre”. Creemos que se le llamaba así sobre todo por la función de apuntador que ejercía en las compañías. De hecho, entre los actores llamados Juan Manuel activos en la época, éste es el único que ejerce dicha función.
[23] Talego: “saco de lienzo basto, y ordinario […] que sirve para guardar alguna cosa, ò llevarla de una parte a otra”. Hay que considerar también la otra acepción de la palabra en la época: “Se llama también la persona, que no tiene arte, ni disposición en el cuerpo, y es tan ancha de cintura, como de pecho”. Sin olvidar que en el libro de sainetes de Luis Quiñones de Benavente se hace mención al entremés titulado El Talego, representado en Madrid hacia 1632-33, por la agrupación de Roque de Figueroa.
[24] Cotarelo creyó que dicho actor era apodado el Labrador “porque parece lo había sido antes que cómico”. De hecho, según parece, era “labrador honrado”. Sin embargo había otro actor en la época apodado el Labrador: Tomás Díaz. Aunque no se aluda, en las fuentes de la época, al motivo por el que se le apodaba así, y al no ser familiar de Francisco Gutiérrez, hay que suponer que también en el caso de Tomás Díaz una actividad anterior a la de actor (la de labrador) subyace a la creación de su apodo.
[25] Capiscol se entiende en la época: “el que gobierna el canto en las Iglesias Cathedrales, que oy comunmente se llama Chantre”.
[26] Aunque no necesariamente, también podrían sugerir una anterior profesión, los apodos: el Alquilón, el Catedrático, la Cochera, la Titiritera (que eran más de una, ya que tenemos documentadas la presencia de las Titiriteras, probablemente hermanas de Felipa María, la Titiritera), la Tabaquera, la Escribana, la Naipera.
[27] La mayoría de los nombres de pila con apodo que tenemos registrados sin apellido son los de las actrices. Esta tendencia a la omisión del apellido de las actrices es típica en la documentación de la época y reveladora, una vez más, de la falta de identidad legal de la mujer frente al marido que trabajaba en la misma compañía. Algo que es evidente en la compilación de los repartos manuscritos de las comedias, y que representa uno de los problemas que más dificulta la investigación a la hora de la identificación de los dramatis personae de una obra llevada a la escena.
[28] Hoy tenemos confirmada la existencia, a través de otras fuentes diferentes a la Genealogía, de un autor y actor llamado Francisco de Rojas el Rapado cuyo apodo (y apellido) coincide con el de Gregorio de Rojas el Rapado, más conocido como Juan Bezón. Creemos que este Francisco de Rojas el Rapado, y no Francisco de Rojas Zorrilla, es el que pudo ser hermano de Gregorio. En este caso el apodo ha sido indicio de un parentesco respaldado luego por la documentación. Por lo tanto la actriz Francisca Bezón, la Bezona, sería la hija ilegítima de Francisco de Rojas el Rapado, pero llevó el apellido y el apodo feminizado del apellido artístico del tío paterno que la crió (Juan Bezón).
[29] El Diccionario de Autoridades contempla la acepción en plural: corales “se entienden las manillas de cuentas de esta matéria, ensartadas en unos hilos, que acostumbran traher las mugéres”.
[30] Las palabras de Sánchez Arjona que se refieren al año 1621 son las siguientes: “Francisca María, la niña, que hizo en el auto de Siquis la figura del Niño Jesús con la cruz a cuesta” en el marco de las fiestas del Corpus de Sevilla, recibió una gratificación de los organizadores. La misma noticia es ofrecida, con otras palabras, por Sentaurens que especifica que dicha “famosa niña” era la hija de Narváez, pero no indica ni el nombre del padre, ni especifica el de la hija. Creemos que se trata de Iñigo de Narváez y por lo tanto dicha niña sería su hija Francisca, que era apodada la Napolitana.
[31] No obstante, habrá que tener en cuenta que con el término Condesa: “se llamaba a la mugér que estaba destinada para asistir y acompañar à alguna gran señora; pero en esta acepcion es voz antiquada. Y aun à las mugéres se daba el título de condésa, por el mismo ministério de asistir y acompañar a otra”.
* En este listado se ofrecen los apodos junto al correspondiente nombre de pila y al apellido del actor/actriz. Hay que advertir que los actores de los que se ha conservado y transmitido sólo el apodo, se indican con un signo de interrogación en la parte del nombre (¿?). Aunque no sean objeto de este artículo los apodos de los actores italianos que trabajaron en España en el siglo XVII, los señalaremos igualmente en este apartado con su correspondiente nombre de pila y apellido. Hay también que advertir que algunas de las identificaciones que aquí se presentan, son todavía provisionales, en tanto en cuanto continúa trabajándose sobre la base de datos del Diccionario biográfico de actores.